Es una fábula que procede de Europa central inspirada en el afán que pone la cigüeña en cuidar a sus crías. Parece que esta grácil ave se desvive por su familia, es monógama y prepara el nido durante años con gran dedicación.
El amor maternal de estas aves ya impresionaba a los romanos, que las consideraban pájaros sagrados. A su cuidado estaban la protección de la mujer, el matrimonio, el alumbramiento y los recién nacidos.
¿Y París? La leyenda se extendió gracias a una pareja de cigüeñas que anidaba en el techo de una casa que, en vez de emigrar a África, como todas, lo hacían a una región cercana a París. El día que las cigüeñas volvieron, la joven pareja que vivía en esa casa tuvo un bebé y se transmitió la noticia de que lo habían traído las cigüeñas desde París colgando del pico.
El amor maternal de estas aves ya impresionaba a los romanos, que las consideraban pájaros sagrados. A su cuidado estaban la protección de la mujer, el matrimonio, el alumbramiento y los recién nacidos.
¿Y París? La leyenda se extendió gracias a una pareja de cigüeñas que anidaba en el techo de una casa que, en vez de emigrar a África, como todas, lo hacían a una región cercana a París. El día que las cigüeñas volvieron, la joven pareja que vivía en esa casa tuvo un bebé y se transmitió la noticia de que lo habían traído las cigüeñas desde París colgando del pico.
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